Haber bailado el otro día al ritmo de Alaska me dio pie a escribir sobre lo que los medios de comunicación han hecho que ella represente: la movida madrileña. De hecho en su pelo me fijo para pintar hoy todo de naranja. ¿Melancolía o felicidad? Un poco de ambas. Ciertamente, da penita ver cómo en todas partes ensalzan una época, la de los ochenta, en la que parece ser que se vivía al límite…
De ahí que sea inevitable añorar haber vivido aquellos años, al menos para poder opinar con mayor conocimiento. Claro, si nos la pintan tan bonita, con ese nombre… cualquiera se resiste a querer haber estado allí. Aunque pensándolo bien, eso de ir por la gran vía con una cresta morada y siempre de negro… quizás no sea para tanto. Es igual, la melancolía aparece.
Pero bueno, han pasado ya más de veinte años y aquí estamos, tan contentos, sin necesidad de tener que mirar atrás. No se llama movida, ni se llama de ninguna forma. Si así fuera, cambiaría de nombre cada mes, porque ¡menudo ritmo llevamos! En definitiva, es lo que nos ha tocado vivir y, desde luego, no está tan mal como para llorar por volver a la dichosa movida.
1 comentario:
Ay pos a mí me hubiese encantado ser ochentera y vivir la movida madrileña. Me encanta la música de los 80, la ropa que llevaban... todo! quiero fiesta ochenteraaaa!!
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